M u l t i n a t i o n a l - B l o g - o f - A r t - a n d - L i t e r a t u r e - f r o m - D e n v e r

Friday, October 24, 2014

LAS HORAS CLARAS de JACQUELINE GOLDBERG (1966) Venezuela


—por Alberto Hernández—

Foto:prodavinci.com/Gustavo Valle
1.-
Leo Las horas claras (*) (Sociedad de Amigos de la Cultura Urbana, Caracas 2013) como un poema, con toda la libertad que me ofrece una historia que también es novela en la medida en que los personajes se atan y desatan de las anécdotas. Y digo que leo aunque también podría afirmar que canto Las horas claras como un aria, porque tiene sentido si asumo la decisión de leer como si cantara.

La historia podría ser lo de menos, pero no es así. Tanto el fondo como la forma llaman al lector. Aquí se plantea un nivel de lectura, una forma de leer, de estar con una manera de deshacerse de viejas costumbres o mitos, de innombrables facturas de algunos editores en tanto fariseos de la publicación.

Leo Las horas claras con una rara pero cómoda postura espiritual y sicológica. Soy la voz que canta, la voz que cuenta, la voz que va descontando cada segundo de una mujer que quiere una casa en el campo, Madame Savoye. Voz que transmigra. Es decir, no leo una novela: leo un poema como si fuera una novela. O una novela como si fuera un poema. Pero también la siento la crónica de unos sujetos –hombres y mujeres- que se deshacen como la casa mientras el mundo sigue su curso. Leo algo de otro tiempo con un discurso joven, limpio, elegante: leo a Jacqueline Goldberg y siento que Las horas claras representan un género cuya libertad radica en no ser ninguno, por eso entonces  creo levitar sobre la fotografía de la mansión que está a punto de borrarse del paisaje del lector.

Leo, definitivamente, la impresión de un instante.

Jacqueline Goldberg. Foto:queleer.com.ve
2.-
Una historia real, traída entre fragmentos. Una historia en la que flotan unos personajes reconocibles: París, sus adentros borrosos y el vaho del Sena. El campo verde de Poissy en Chemin de Villiers, en el que Le Corbusier (Charles Édouard Jeanneret-Gris) construyó la mencionada casa por porfiadas órdenes  de Eugénie Thellier de La Neuville, esposa de Pierre Savoye. Y fue una porfía en la que se movió mucho dinero, pero también la muerte de una amiga, el recuerdo, la soledad, las ganas de huir de la gran capital y someterse al clima de una campiña.

Me inclino a pensar en los lectores que también podrían caer en el desdén de algunos editores, quienes no encuentran qué hacer con un trabajo de esta naturaleza. De modo que quedarían huérfanas las personas, la manera de contarlos, de hacerlos parte de unas horas y provocar en ellos rasgos que más tarde darían con tesis y teorías como las que pronto aparecerán. Este señalamiento es una crítica directa a esos “editores” que desde lejos ven el libro y luego lo apartan porque no llenan los precipicios de su empresa. La declaración de la autora acerca de este comportamiento, deja ruidos en el ambiente, porque ha pasado con otros libros que no llenan las expectativas de X editorial. Pero el pasado es pasado. Hoy, Las horas claras es un libro que ha logrado quemar esa opinión y se ha convertido en una bella referencia literaria.

3.-
Como hablo en primera persona, debo dejar sentado que formo parte de los personajes que habitan en las páginas de la poeta y narradora. Ella es responsable de ese evento: Leer un libro “extraño” nos  hace “extraños”. Leer una novela que podría ser un poema largo, que podría ser una crónica, que podría ser una referencia nos convierte en una revelación: nos fragmentamos en cada página, en cada número que abre la posibilidad de un nuevo empeño: escribir desde Las horas claras el proceso de escritura de una creadora que no para de inventarse. Ser ella desde sus fantasmas, para recordar a Sábato.

Foto:entresocios.net
4.-
Jacqueline Goldberg divide su libro en horas, en estadios temporales que avalan los pasos de los personajes y de la misma historia. No me atrevo a decir capítulos, porque no lo son. Son horas, momentos, instantes. Podría llegarse a pensar que la autora imaginó el libro como un poema, porque es poeta, pero el poema se hizo un “extraño” híbrido que enriqueció la pieza y, por supuesto, al lector.

Su mirada puesta en la inscripción latina Nullas numero nisi serenas horas (Solo enumero las horas claras) constituye un precioso y preciso instante para decirnos que la sombra estaba sobre la casa, suerte de paratexto que aglutina toda la atención. Es decir, miramos la casa y la construimos con Le Corbusier, pero también la abandonamos y nos alejamos de Madame Savoye, de una porfía que pudo haber sido enfermiza, delatora de alguna patología.  No obstante, el tiempo le dio la razón: La casa vivía, vive, no es eterna, pero aún sus paredes son capaces de recibir el sol y la lluvia, la nieve y las hojas de la primavera. Una casa que respiró la pólvora de la ocupación, que delató las traiciones, delaciones y efectos de una guerra. La casa de un largo dolor. La casa enumerada bajo la luz que la mujer siempre soñó. ¿Leímos también un sueño? Pues sí, un sueño, un letargo. Los personajes pasan levemente. La escritura es tan cerca a la simbología, a su elegancia misteriosa, que nos hace acreedores de una lucha insistente. ¿Fue un fraude? Ella lo advirtió, lo denunció: la inclemencia y la malignidad de Monsieur Jeanneret quedó en evidencia. Ellas, la casa y la mujer, fueron víctimas de un silencio que no se merecían. Las horas también fueron oscuras, alevosas.

Foto:twitter.com/JacGoldberg
5.-
Leo Las horas claras como una punzada. Como lector no dejo de ser Madame Savoye. No dejo de sentirla en carne propia. Cada fragmento de esta obra es ella en uno.

Si bien Proust hizo de la margarita un símbolo que aún se sostiene en su lectura, en Las horas claras de Jacqueline Goldberg nos queda el sabor mortal de la oronja verde, un hongo venenoso que pasó por la boca de su amiga Georgette y dejó en Madame Savoye la herida que sólo puede entenderse en el poema de Emile Verhaeren, tomado precisamente del libro Las horas claras (1896), donde se lee: En tiempos en los que tanto sufrí,/ Cuando las horas se me hacían trampas,/ Me entregaste la hospitalaria luz.
Entonces la luz se sobrepone a la sombra. Allá está la casa, viva aún.

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(*) Con este libro Jacqueline Goldberg ganó la edición XII del Premio del Concurso Anual Transgenérico, Caracas 2012. Igualmente obtuvo el Premio Libro de Año de los Libreros Venezolanos 2014 y fue finalista en el Premio de la Crítica a la Novela 2013.




Monday, October 20, 2014

El brindis Remixed: fotografía y pulque ¡Salud!






—Ahorita que te levantaste, me acordé de una cosa —dijo—. De que mi comadre Flaviana no tiene nada aquí —siguió diciendo, mientras se tallaba el pecho—. Ahora que si los tuviera como tú, a lo mejor estarían llenos de pulque, así que no le servirían de ningún modo para engordar a una criatura.



Juan Rulfo escribió este fragmento en 1940 como parte de la novela El hijo del desaliento. En él se ejemplifica la crónica de su tierra nativa —sur de Jalisco, México—, una tierra en proceso de larga agonía, con pobladores subsistiendo en una comarca polvorienta y melancólica, donde los elíxires del agave, para bien o para mal, son parte intrínseca de esa cultura nativa.




Actor de La escondida entre magueyes. Foto de Juan Rulfo
Muchos saben que Rulfo, además de escritor, fue excelente fotógrafo; y aquí es donde fuimos testigos de la noche cultural que los reunió a todos en la ciudad de Denver la semana pasada. La exposición de otoño, titulada El brindis Remixed, fue inaugurada por el Museo de las Américas, en colaboración con el Centro Cultural Mexicano y 
Consulado Mexicano de Denver.

La exhibición —estará abierta al público hasta el 16 de enero de 2015— cuenta con fotografías desde finales de siglo diecinueve a comienzos del siglo pasado, dando una mirada alegre a la bebida del pulque, el mezcal y el tequila, dentro de la cultura mexicana.




Pudimos disfrutar —por suerte, muestras de fina tequila incluidas— de trabajos fotográficos de artistas mexicanos de la talla de Agustín Víctor Casasola, Graciela Iturbide, Juan Rulfo, Gabriel Figueroa, Mariana Yampolsky, Manuel Ramos y otros creativos que formaron parte del círculo íntimo de amigos personales de Frida Kahlo y Diego Rivera.

En el año 2000 la exposición se exhibió en París para la celebración del Milenio y ahora se está presentando, por última vez en los Estados Unidos, aquí en Denver.

“Todas las fotografías son sacadas de los negativos originales. Ha sido un trabajo arduo de selección, investigación y preservación; sin contar con la gran responsabilidad de estar a cargo de este tesoro cultural y fotográfico único.”

Nos dijo Elia del Carmen Ramírez Bocardo, curadora y directora general del Archivo Fotográfico Manuel Ramos, acervo compuesto por más de once mil fotografías y documentos que retratan las primeras cinco décadas del siglo XX en México y que permaneció prácticamente inédito —al reguardo de familiares del fotoperiodista Manuel Ramos (1874-1945) desde su muerte hasta los noventas—. 


El Archivo Fotográfico Manuel Ramos se fundó con el objetivo de conservar y difundir la obra de este testigo de la historia mexicana. Este archivo ha sido el principal proyecto del espacio cultural  La casa de los árboles de Apizaco A.C., de la capital mexicana.






En esta oportunidad, la exhibición fotográfica para Denver —muchas pertenecen al patrimonio del Archivo Casasola, fundado por los pioneros del foto-reportaje, Agustín Víctor Casasola y Miguel Casasola— tiene como tema central las bebidas alcohólicas producidas a partir del maguey, o “árbol de las maravillas”, en su variante conocida como agave. Los conquistadores españoles obtuvieron elixires aun más concentrados y poderosos que el aguamiel y el pulque, utilizando la misma materia prima con la que los indígenas preparaban un licor que llamaban mezcalli, mediante el cocimiento del corazón de aquellas plantas, destilándolas en rudimentarios alambiques, haciéndolas las bebidas más populares en el Nuevo Mundo y con el paso de los años devendría en un emblema de la mexicanidad.






 Antes de eso el pulque fue el embriagante más antiguo, producido por las generosas plantas del maguey. Ese “jugo”, el líquido que ya fermentado acompañaba las celebraciones de los mexicas, producía una embriaguez que consideraban como un regalo de los dioses. Por más de tres siglos fue tradición que el pulque fuera de los llanos del altiplano y las pulquerías de la capital. Aunque para mediados de los años cincuenta todavía había en la ciudad de México más de un millar de pulquerías, ya no había nada que impidiera el triunfo de la cerveza. Fue entonces cuando las nuevas clases trabajadoras, los obreros y oficinistas prefirieron el convenio comercial y cultural entre las cantinas y las compañías embotelladoras.

Así pues, el Museo de las Américas de Denver, el Consulado de México en Denver y el Archivo Fotográfico Manuel Ramos, a través de sus directores y voceros, los invitan a no perderse esta oportunidad única de enriquecer y apoyar el acervo cultural latinoamericano.










Sunday, October 12, 2014

NOCHE DE PENAS de Ani Palacios: Círculo de vida, dolor y fortaleza de las mujeres

por Luis Fernández-Zavala, Ph.D. (*)
I am neither a man,
nor a woman,
but an author.
Charlotte Brontë

En julio de este año, casi  al mismo tiempo en que Emma Watson era nombrada
Women’s Goodwill Ambassador ante las Naciones Unidas por su trabajo con mujeres jóvenes en Zambia y Bangladesh, y que se acusaba a dos profesoras de Louisiana por abuso sexual de sus estudiantes varones, Pukiyari Editores publicó la novela de Ani Palacios Noche de Penas.

La novela nos relata las historias de cuatro mujeres latinas viviendo en un mundo definitivamente adverso, muchas veces violento, en el cual ellas son víctimas o ejecutores de una cultura basada en el poder, el dominio y el abuso de sus semejantes. Los conflictos de las protagonistas surgen de la búsqueda de la felicidad más allá de los roles tradicionales socialmente aceptados, de inmiscuirse en el mundo dominado por los hombres, el ambiente corporativo; en tanto que otras serán producto de sus propias decisiones amorosas y del tipo de familia que tuvieron. Las historias de las cuatro mujeres son presentadas como una polifonía cuyo tema central se repite en diversos contextos: el enemigo está en la casa, ahí donde la mujer es más vulnerable.

Esta es la cuarta novela de Ani Palacios. (Con sus anteriores obras ha ganado múltiples International Latino Book Awards, incluidos 2010 con “Nos vemos en Purgatorio” (Alfaguara), 2011 con “Plumbago Torres y el sueño americano” (Alfaguara), y 2014 con la novela de inspiración espiritual, “99 Amaneceres” (Pukiyari Editores). Se podría caer en la tentación facilista de catalogar esta última obra como feminista —tal como lo harían algunos críticos muy apegados a las clasificaciones discriminatorias— por el simple hecho de tratarse de la historia de cuatro mujeres y de que la autora sea una mujer. Sin embargo, más que una defensa premeditada de los derechos de la mujer, o la denuncia panfletaria, Ani Palacios aborda las historias de cada una haciendo un retrato  individualizado de sus aspiraciones, contradicciones y conflictos, donde los hombres que las merodean no son todos buenos y generosos, pero sí los hay, y los inescrupulosos y perversos son dibujados en toda su bajeza inmisericorde.

Ani Palacios
La arquitectura de la novela  separa las cuatro historias como cuatro mini novelas diferentes, pero para compartir y resarcirse de sus  tragedias, las mujeres se encontrarán en el mundo de los sueños, o lo supra natural, el mundo de los espíritus, al inicio y al final del libro.

¿Quiénes era esas personas? Nunca lo sabría. ¿Ángeles?¿Diablos? ¿Enviados divinos? ¿Simples humanos?...El hecho era que nos pusieron juntas en un presente y que eso constituía un regalo, un obsequio que muy pocas tienen la suerte de recibir.

Unos misteriosos personajes concertarán una ceremonia de Temazcal para Anaisa, Damaris, Micaela y Viridiana. Curiosamente, algunos de estos fueron parte de las tragedias de las mujeres. Sintiendo juntas cada historia individual, se creará un lazo solidario entre ellas que las identifica como mujeres que han sufrido y que, al compartir, pueden sentirse parte de un círculo especial, el de las mujeres fortalecidas con una segunda oportunidad en sus vidas.

En el caso de Anaisa, que viene de una familia tradicional Mexicana, su aventura empieza cuando busca construir su propio destino. Buscar la ansiada libertad, lejos de la familia, sin embargo, tiene sus bemoles. Esta situación puede ser positiva y moderna, pero también puede ser agobiante y demasiado costosa.

ceremonia Temazcal
Micaela es una niña privilegiada creciendo en un mundo de comodidades y dispendios que se convertirán en su propia cárcel. Su padre, un traficante venezolano de armamento poderoso y cruel, le ha asignado un destino creado para servir sus intereses malévolos. Su rebeldía la llevará a enfrentar  muchas aventuras peligrosas que le abrirá la puerta a un doble propósito en la vida: rescatar a su madre de las garras de su nefasto padre y llevarlo ante los tribunales de justicia.

La esposa dominicana, que idolatra a su esposo bonachón y sensual, termina mal. ¿Hasta dónde se puede aceptar una situación de sumisión? En los juegos eróticos creados por su esposo —aun los más exóticos— puede haber un demonio de poder llevado al extremo. Damaris tendrá que pelear por sobrevivir y no dejarse utilizar como objeto sexual, yendo en contra de lo ya establecido en su relación por ella misma.

No te disgustes así conmigo…Yo me puse fea preguntándote lo que no debería interesar, de pura metiche, de chismosa nomás. Tú eres el hombre de la casa, mi bombón lindo, tú sabes lo que haces…Yo no sé lo que estoy diciendo, ay, ay, que te quiero completito esta noche… Mira que me quito todo y me quedo en tanguita nomás, así como te gusta… No te molestes…

Una mujer exitosa en el mundo de las corporaciones, imitando la exaltación casi sensual del poder puede llevarla a un invernadero de pasiones ocultas y destructivas. No solo los hombres usan y abusan, las mujeres también. Para Viridiana, sentirse dueña del destino de otras personas y ser el centro de atención, se convierte en una droga sin la cual no puede vivir. Ella logra sentir lo que los hombres sienten a diario, como los consumados jefes del mundo laboral.

Me imagino que a veces al diablo también le toca pagar por crear un monstruo que se sale de su control. El licenciado perdió las riendas, perdió el trabajo, y por último, perdió la vida tratando de regresar a su antigua gloria. No sería el primero en perecer luego de cruzar caminos con mi jefa.

Temazcal de luna llena
Sin embargo, no todo está perdido. Las mujeres de Noche de penas pueden pensar y sentir que algo puede cambiar en sus vidas, porque hay una buena naturaleza intrínseca a los seres humanos y que solo necesitamos una ayudita, para sacarnos de ese ambiente de las lacras sociales. Aquí hay que prestar atención al título de la novela: Noche de penas, se refiere al momento en que los espíritus entran a ayudar a estas mujeres a abandonar el lastre de sus experiencias negativas y las hacen conscientes de que pueden tener una segunda oportunidad, alejada de egoísmos banales.

Con lenguaje dosificado, directo y claro, como si estuviera contando una historia a una amiga, la narradora inicial desaparece al principio de la historia y no se le vuelve a escuchar hasta el momento de lucidez creado por la ceremonia del Temazcal. La narradora ficticia, casi neutral y aséptica, cuyo su nombre es Tezcatl (que significa espejo en náhuatl), contrasta con las voces de las mujeres que provienen de diferentes partes de Latinoamérica, con sus modismos regionales. Hay un esfuerzo de la autora en hacernos ver que el tema de la polifonía transciende fronteras y que las mujeres están, o deberían estar, conectadas para darse cuenta que son parte de una cultura que tiene mucho de hermoso y destructivo a la vez, que hay un precio alto que pagar para cambiar su situación de dominación y que siempre hay una segunda oportunidad, si se sabe dónde mirar.



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(*) Autor de El guerrero de la espuma y otras tantas despedidas (Pukiyari Editores, 2014), disponible en Amazon y Peruebooks.