M u l t i n a t i o n a l - B l o g - o f - A r t - a n d - L i t e r a t u r e - f r o m - D e n v e r

Sunday, December 25, 2011

¿Por qué leer? (La página borrosa de Alberto Hernández)

—por Alberto Hernández—

1.-
La senda de la palabra nos revela que al final hay un desencuentro con la certidumbre. Todo es cierto cuando sabemos que un significado nos enfrenta con la realidad, esa “cosa” abismal.

El arte, sobre todo ese que nos toca tan de cerca, la poesía, es sólo una justificación. En medio de ese tránsito vamos dejando trozos, voces muertas, sobras de frases, equipajes y monederos vacíos, cuerpos adoloridos, reflejos, ecos. Pérdidas que enriquecen y alejan el fondo de lo que nos ahoga, lo que nos rodea. La realidad es una simple fantasía inventada por los sentidos. Más allá del espejo, en su allá inescrutable, está la razón de ese desencuentro, el sabernos hechos de “verdades”, de paradojas.

Una lectura universal sin pasión de todas las páginas revisa cada paso adelantado, cada abismo rozado por el miedo. De esa desordenada vocación, ¿qué nos queda? Pequeños destellos, una larga desmemoria que se metamorfosea, nos acompaña.

Todas las lecturas definen esa larga soledad con el texto. Pero no todas las soledades definen los textos. Sí, un texto, digamos Tirant lo Blanc, el primer invento literario de caballería de los íberos. La revelación cuestiona la alocada perfección de Cervantes.

2.-
No se termina nunca de leer, sobre todo si nos movemos en la tesitura de la sugerencia de Italo Calvino en su libro Por qué leer los clásicos, pieza extraña en estos tiempos cuando el afuera ha invadido los lugares del espíritu, el aposento del pensamiento, ha desalojado sus secretos, golpeado febrilmente las sombras de cada quien. Una vieja página perdida, irrecuperable, como un cadáver a la orilla de una carretera intransitable.

3.-
En la extrañeza de una pupila caben las preguntas: ¿Ganamos en tecnología si dejamos de leer la Odisea? ¿Se nos caerían las alas de los demonios cibernéticos si nos aproximamos a Jenofonte, Ovidio, Cardano, Galileo, Cyrano, Crussoe, Diderot, Sthendal, Balzac? ¿Dejaremos de ser posmodernos si nos aposentamos en un laboratorio de microchips con la memoria cercana a Dickens, Flaubert, Tolstoi, Twain, James, Stevenson, Conrad, Borges, Onetti?
Estas preguntas no las formula Calvino, pero en estos momentos de virus y apotegmas tecno-biológicos quien esto rasguña se las formula. Las polémicas han sido de gran virtuosismo en medio de tanto scanner y nerds apostados en la imaginación virtual. ¿Somos hombres en la medida de nuestra memoria o seremos más hombres en la medida de nuestras habilidades virtuales?

Italo Calvino.foto:laRegione.ch
4.-
Una hoja antigua se nos queda en el hombrillo de la ruta que seguimos. Hemos saltado la verja y alguna herida nos marca las rodillas. Sin embargo, la caída no ha sido sentida. ¿Todos los Clásicos caben en la desmesura de una pantalla de computador? ¿Todos los hombres cavilan desnortados como para someterse al escarnio del silencio de esa máquina que lo copia y lo “perfecciona”? Nuestro extravío vive, lentamente, la búsqueda del lugar señalado en los sueños, el website donde las fantasías se consagran por la lectura. La tecnología —esa inteligencia que fabrica edenes temporales— es, ya se afirma con regusto, un mal necesario, para usar el más lugar común de Dios me salve el lugar. La fuerza de la palabra desatará un larguísimo silencio. La mudez volverá a los libros, extraños instrumentos de hechicería. Módulos de estancos, archivos de mampostería, inventario de museos. Así dicen los tecnócratas. Reflexión triste para aquellos que estamos de este lado, persiguiendo fantasmas con Italo Calvino. A ver si de algún lado emerge alguien y nos sorprende con los olores virtuales de Don Quijote.

5.-
La última página. O la extraviada en medio del miedo y los asuntos de la calle. La burocracia, el fracaso, la rutina, la abulia, el fastidio: Juan Carlos Onetti nos revienta en una esquina. Mario Benedetti en una oficina. “Para rendir pasablemente en la oficina, tengo que obligarme a no pensar que el ocio está relativamente cerca. De lo contrario, los dedos se me crispan y la letra redonda con que debo escribir los rubros primarios, me sale quebrada y sin elegancia”, dice un personaje de La tregua del fallecido escritor uruguayo. He allí una pérdida, la estrategia de la artritis del temor al fracaso. Es el mismo sujeto que se aferra al diagnóstico de Montevideo.

¿Cuántas páginas nos quedan por diseñar, por escribir, sin necesidad de que la muerte nos aparte a un lado, nos haga su cómplice? ¿Qué puede sacar en provecho cada uno de los que hacen vida en el cuento “El presupuesto”? Allí habitan quienes no encuentran cómo reconstruir sus vidas, un país, un microclima que los lleva al silencio, a la muerte.

Benedetti y Onetti, 1980
foto:DollyOnetti
¡Cuán parecidos los personajes de La tregua y los personajes de La vida breve! Tanto Onetti como Benedetti saltan la cuerda de una pequeña nación predestinada a ser un juicio: la parálisis de alguien asomado a una ventana, la de un hombre que se detiene en la calle y allí permanece hasta el desgaste del día. Alguien sabe que va a morir y se sienta en una plaza, a la espera de que el médico, su ex compañero de estudios secundarios, le diga que no tiene la muerte instalada en los intestinos, la misma que acabó con el escritor nacido en el sur. ¡Qué distancia tan larga para predestinar, para saberse el mismo personaje del cuento “La muerte”; parte del libro La muerte y otras sorpresas!

Aquí, en esta línea, perdemos el equilibrio. Ha muerto quien inventó y borró, quien supuso la felicidad y se perdió en una biblioteca de utopías. Todos terminamos siendo personajes de una sola novela. Y así como él, otros han muerto. La página vuela agitada por el viento en medio de una calle tocada por una ventisca. La página borrosa es la misma que ha quedado oculta en el computador, la misma que una noche perdió algún monje de la Edad Media. El copista que alojó en sus ojos la sombra del futuro.




Saturday, December 17, 2011

Thomas Mann (Lübeck, Deutschland, 1875 - Zürich, 1955)

«¿Es la literatura un canto de cisnes? No, más bien es una profecía, aunque no en forma directa y explícita. La naturaleza del artista le previene de ser, al menos, el siervo y el presagiador de cosas nuevas, aun cuando sus palabras traicionan su intuición inconsciente del futuro. Lo que sucede es más bien que lo viejo y lo nuevo… juegan, juegan con él, y este juego es su obra, un producto dialéctico, casi siempre, de viejos y nuevos, en donde su simpatía, sí, su amor, es conservador y enfrenta lo viejo, y sólo la capacidad de respuesta del artista da pistas a lo nuevo.»

Formulación hecha por Mann, donde predijo enormes cambios sociales, sin saberlo. Ya para 1939 ésta reconciliación del arte supremo y la política no era más la alegría austera, sino la armonización entre el humano individual y el humano social. Transiciones sociales que necesitaron tres décadas para ser apreciadas.


Esta reveladora declaración la encontré entre las páginas de un rico y denso estudio biográfico escrito, extraordinariamente, por el doctor, y profesor universitario, Anthony Heilbut, en 1995. El libro —Thomas Mann, Eros and Literature— lo descubrí entre empolvados textos de una vieja librería al sur de Denver, hace cuatro años. Entonces Eros —en la mitología griega, era el dios de la atracción sexual, el amor y el sexo— y la literatura se han complementado, a través de uno de los escritores más importantes del siglo pasado, pensé.


Heilbut define el lugar de Mann en la historia de la literatura, su relación con sus ancestros literarios, particularmente Goethe y Nietzche, y con sus contemporáneos Gide y Kafka, así como con los escritores norteamericanos Whitman y Melville. La biografía retrata la Alemania de Thomas Mann, su obra, su vida, su exilio y arribo a los Estados Unidos, una vida de sufrimiento y coraje pero de gran logro, una vida acosada por la hostilidad política, tanto de la derecha como de la izquierda, y por los tormentos de su frustración sexual.


Escena de "La muerte en Venecia", en Lido (1971)
Carlos Fuentes tuvo la oportunidad única de describir algo de esa frustración, sufrida por Mann, cuando visitaba la ciudad suiza de Zúrich en 1950. Y cito:

“Allí estaba él, la mañana siguiente, en el hotel Dolder donde se hospedaba, vestido todo de blanco, digno hasta un punto menos que la rigidez, pero con ojos más alertas y horizontales que la noche anterior. Varios hombres jóvenes jugaban tenis en las canchas, pero él sólo tenía ojos para uno de ellos, como si éste fuese el Elegido, el Apolo del deporte blanco. Ciertamente, era un joven muy bello, de no más de 20 años, 21 acaso; mi propia edad. Mann no podía quitarle de encima los ojos al muchacho y yo no podía quitarle la mirada a Mann. Estaba presenciando una escena de “La muerte en Venecia”, sólo que 38 años más tarde, cuando Mann ya no tenía 37 (su edad al escribir la novela maestra sobre el deseo sexual), sino 75, más viejo aún que el afligido Aschenbach enamorando de lejos al joven Tadzio en la playa de Lido, donde a veinte años de ver a Mann en Zúrich, vi a Luchino Visconti, en compañía de Carlos Monsiváis, filmar “La muerte en Venecia” con una mujer que asumía todas las bellezas y todos los deseos, incluso los de la androginia, Silvana Mangano.”

La actriz Silvana Mangano



Thomas Mann fue un novelista, cuentista, crítico social, filántropo y ensayista alemán, ganador del Premio Nobel en Literatura 1929. Conocido por su serie de novelas épicas altamente simbólicas e irónicas que destacan por su penetración en la psicología del artista y del intelectual. Su análisis y crítica del alma europea, utiliza modernizadas historias alemanas y bíblicas, así como las ideas de Goethe, Nietzsche y Schopenhauer. Su hermano mayor fue el escritor radical Heinrich Mann, así como tres de sus seis hijos, Erika Mann, Klaus Mann y Mann Golo, que también se convirtieron en importantes escritores alemanes. Cuando Hitler llegó al poder en 1933, el anti-fascista Mann huyó a Suiza. Cuando la Segunda Guerra Mundial estalló en 1939, emigró a los Estados Unidos, de donde regresó a Suiza en 1952. Thomas Mann es uno de los exponentes más conocidos de la llamada Exilliteratur.




jmc.

Sunday, December 11, 2011

Edad Obscura - Juan Liscano (1915-2001) Caracas

el poeta Juan Liscano


-por Alberto Hernández-

1.-
El eco de Juan Liscano se derrama sobre la Cruz del Sur y la inclina hacia el costado de la crítica, como motivación de quien sabe de las convulsiones y sobresaltos que nos tiene reservado el mismo hombre. El futuro, esa discriminación del tiempo, define la duda y el silencio atado a las palabras. Una edad en la que estamos instalados, sometidos por un rato de extravíos, de tormentas.

La pérdida del paraíso es la constante en Edad obscura, editado por vez primera en 1969.

La voz de este libro es la de un poeta perdido en el tiempo, sólo avizorado por la confusión, la misma que Robert Penn Warren (citado por Juan Carlos Santaella en el ensayo ¿Una escatología literaria posmoderna?) señala acertadamente: y cuando se llega a los escritores después de la segunda guerra mundial, se encuentra el mismo tema agravado por una visión del ser humano encarado a una sociedad mutilada y aún sádica y a un creciente espíritu general de protesta, de desesperación, desorientación, violencia y transacciones amorales en todos los niveles. Liscano ha mantenido, desde todos sus tiempos, esta posición: el hombre fue inocente, libre del miedo a un poder extraño. Desde este libro, el terror tecnológico, la pérdida incesante de la orientación humana.

Comí de la fruta prohibida
perdí la inocencia, la tersura, tuve hijos,
-frutos humanos decimos-
¿para el bien? ¿para el mal?
¿para continuar la guerra de la tentación
De la caída y de la expulsión del paraíso
y transmitir golpes, desgracias, pedazos
y andar más cargado, más perdido en el tiempo?


2.-
Liscano escribe desde la desesperanza, desde una página donde el futuro omniabarcante desfigura la voz y la mirada del hombre.

Sólo el amor, la palabra balsámica, la poesía, pueden revelar –que no salvar– el tránsito de quien protagoniza su propia tragedia.

Un día sombrío nos somete: No estoy muerto. Duermo./ Somos tantos ahora yo y tú/ acorralados pero juntos/ dormidos despiertos/ más adelantado yo/ mayor en la edad obscura/ y tú menos, soñando historias reales,/ símbolos que devuelven la imagen de tu vigilia.

En este libro –tan vigente aún– el poeta de Cármenes busca las fuentes, como dice Antonio López Ortega, para orientar mejor la marcha. No obstante, Liscano va más allá, se desliza por las imágenes del pasado, las toca, regresa a los ritos de sangre y desde la amada mira el porvenir. Es decir, de la desesperanza a la aproximación de un destino cierto o, al menos, llevar juntos la marca de la destrucción, tomados de la mano.

Un país, un universo, late en la chatarra que emerge ruidosamente y nos agrede. El poeta no se esconde, irrumpe en medio del dolor para hacerle frente a la ruina, a la oscuridad recorrida por las páginas de un alarido, como aquel de Ginsberg, o el que tantas veces nos aproxima al oído de Mariño Palacio.

Lo más nuevo es una ruina que empieza/ lleva su grieta de nacimiento/ su hendidura natural/ la herencia de las destrucciones/ y del pecado original de haber nacido. Predestinados, sujetos a un sino enmascarado, criminal, plástico. La historia se deshace, se devora ella misma. Lo que se construye, destruye. Entonces, regresamos al olvido. Sin embargo, Miro gestos en la luz antigua/ el andar de animales sueltos e inocentes, como desde allá, del eco del pasado, nos convocaran.
Para clausurar el último tiempo, el poeta toca con dedo lapidario:
De las cosas que hacemos a la cosa que somos
pasa el tiempo o pasamos nosotros
sin advertir que las cosas acaban con nuestra causa
que nos volvemos cosas de las cosas.

Libro de obligada lectura para saber de qué estamos hechos, en éste y en el otro tiempo que nos queda.

AH.


El poeta, ensayista, crítico, articulista, folklorista, periodista y etnomusicólogo venezolano Juan Liscano Velutini (1915-2001) nació en la ciudad de Caracas. Estudió la primaria en su país natal y la secundaria en Europa. Realizó cursos de Derecho y Antropología en la UCV de Caracas. Desarrolló una amplia labor periodística para diarios venezolanos y extranjeros. En 1938 fundó la revista literaria Cubagua —Caracas— y desde 1964 fue director de la revista Zona Franca. Escribió importantes trabajos de crítica literaria y recibió numerosas distinciones y premios. Escritor vigoroso, laborioso y combativo que cantó las inquietudes de su generación y de su tiempo, lo que quedó reflejado en su vasta producción literaria.


.\

Sunday, December 4, 2011

Entrevista con el poeta Alberto Hernández (1952 - Venezuela)


Alberto Hernández
(Fotografía Alberto H. Cobo)
En reciente visita a la pujante ciudad de Maracay, en Venezuela, tuvimos la fortuna —y francamente, el honor— de conocer al excelente poeta, narrador, mimo y periodista venezolano Alberto Hernández. El momento oportuno para entrevistarlo:



C@MHC: Cuéntanos ¿Quién es Alberto Hernández?
AH: Soy un ciudadano de a pie que ambula a diario con las palabras y se confunde con la realidad. De esa costumbre me ha quedado la poesía, los cuentos de caminos, el teatro y mucha razón para escribir y decir que aún estoy vivo. Así, puedo decir que soy un ser humano dedicado a escribir poesía, a narrar algunas historias, a comentar e informar a través de los medios y a tratar de respirar el aire enrarecido de mi país.

Ediciones Mucuglifo

¿Cómo te inicias en la literatura?
AH: Comencé es estas lides cuando aún era un adolescente. En mi casa había algunos libros regados en los rincones de la casa. Mi padre se acercaba a Rubén Darío, a Andrés Eloy Blanco…a algunos poetas de la tradición. Declamaba y escribía. Allí se sembró la semilla…por ahí comenzó todo.


¿Cuáles autores te han servido de inspiración? ¿Cuál es —si es que existe alguno— el mecanismo creativo de tu poesía?
AH: Bueno, en realidad me duele hablar de inspiración, prefiero la palabra influencia. Son muchos los autores que se acercaron con sus libros y entraron. Entre ellos, Ramos Sucre, Vicente Gerbasi, Rafael Cadenas, François Villon, Antonio Machado…son tantos que no cabe mi agradecimiento en esta página.
En cuanto al mecanismo, puedo decir que no tengo método alguno: una imagen llega, se instala, pide permiso y allí arranca el poema. Hasta quedar todo suturado de tanto corregir. 


¿Cómo definirías la realidad actual de la poesía contemporánea latinoamericana?
AH: La poesía de nuestro patio siempre ha sido robusta. Somos un continente de poetas. Desde Chile hasta los Estados Unidos, porque es necesario también añadir a los poetas norteamericanos, por su grado de influencia. Desde Argentina hasta México somos una tierra de imágenes, de ritmos verbales, de creaciones palabreras anudadas al espíritu del tiempo. Nuestra poesía siempre ha gozado de buena salud.

Fotografía por Frank Montanez 2011

¿Qué libros tienes en tu cabecera de cama?
AH: Como casi no tengo cabecera de cama no tengo en este momento ningún libro a la mano. Muchos son los títulos que han soñado conmigo. Desde Paul Valéry hasta Eugenio Montejo. No quiero explayarme mucho porque dejaría fuera muchos afectos poéticos. Son muchos, eso sí.


¿Te atreverías a recomendar algún libro, o escritor, en particular?
AH: Sí, de venezolanos me atrevo a recomendar los libros, todos, de Montejo. Todos los de Rafael Cadenas. De autores del Norte todavía es bueno repasar a Allen Ginsberg y a los miembros de su tribu. Por supuesto, se trata de un juego de memoria. Hay otros que andan por ahí saltando la cuerda.


Sabemos de tus habilidades en el difícil y mágico mundo de los mimos —títeres, teatro, quizá— ¿Qué relación existe con tu trabajo creativo poético y narrativo?
AH: El teatro me hizo perderle el miedo escénico a la existencia. La poesía y el teatro han viajado conmigo siempre. Hay textos míos que son teatrales, así como cuentos que se pueden convertir en guiones para teatro y cine. El teatro ha sido fundamental en mi vida.

Editorial Sobrevivientes Asociados/
Calicanto

Háblanos un poco de tu trayectoria periodística, organizativa y docente.
AH: Desde muy chico me gustó el periodismo. Ver mi nombre en los periódicos, involucrarme en los problemas de los demás, darlos a conocer. Considero que se trata de un oficio que se traduce en servicio público. Ejercí durante más de 25 años como docente de educación media y universitaria. Pero eso ya quedó en el pasado. Estoy dedicado a tiempo completo a la literatura.

Ediciones Estival.
Editor Juan Martins

¿Alguna anécdota jocosa, o interesante, que quisieras compartir con los lectores de Cervantes@MileHighCity?
AH: En un evento estudiantil universitario en España unos árabes me confundieron con un árabe mudo. Por supuesto, me hice el mudo y hasta el árabe todo el tiempo para no pasar por pendejo. Además, todas las frutas secas que trajeron formaron parte de mis almuerzos y mis cenas. En todo caso, al despedirse con un gesto muy árabe, quedamos como amigos. Nunca más nos vimos.


C@MHC: Muchas gracias Alberto por esta gran oportunidad…




Alberto Hernández: Nació en Calabozo, estado Guárico, Venezuela, el 25 de octubre de 1952. Poeta, narrador y periodista. Egresado del Pedagógico de Maracay, realizó estudios de postgrado en la Universidad Simón Bolívar (Caracas) en Literatura Latinoamericana. Fundador de la revista literaria Umbra, es colaborador de revistas y periódicos nacionales y extranjeros. Su obra literaria ha sido reconocida en importantes concursos nacionales. En el año 2000 recibió el Premio “Juan Beroes” por toda su obra literaria. Ha representado a su país en diferentes eventos literarios: Universidad de San Diego, California, Estados Unidos, y Universidad de Pamplona, Colombia. Encuentro para la presentación de una antología de su poesía, publicada en México, Cancún, por la Editorial Presagios. Miembro del consejo editorial de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo, Venezuela. Se desempeña como secretario de redacción del diario “El Periodiquito” de la ciudad de Maracay, estado Aragua, Venezuela. Ha publicado ensayos y textos poéticos en las revistas Turia de España (Aragón), números 81-82; en Il foglio volante de Italia, Nº 4, abril 2007; Piedra de molino, Arcos de la Frontera, España, primavera de 2007, entre otras. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, al italiano y al árabe.
Y muy pronto, colaborador de Cervantes@MileHighCity, Denver, Colorado, Estados Unidos.


Por favor no dejen de visitar el link del autor: http://puertasdegalina.wordpress.com/


Entrevista a Alberto Hernández en Crítica Teatral: http://criticateatral.wordpress.com/2011/12/05/1509/


JMC.