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Sunday, June 9, 2019

Esa muerte existe de Jennifer Thorndike: Maldad y entorno social


—por Luis Fernández-Zavala. Ph.D. (*)—

foto:enlima.pe
Jennnifer Thorndike es una escritora peruana cuyo talento literario está dando mucho que hablar con solo dos novelas y dos libros de cuentos entre 2007 y 2016. Sus cuentos han sido traducidos al portugués, francés y al inglés y aparecen en diversas antologías. En esta oportunidad queremos comentar su novela Esa muerte existe (Random House, 2016).

Si algo caracteriza esta novela corta (159 páginas) es el cuidadoso armado de los detalles tanto gráficos en la carátula, como en el texto mismo, diseñados para encerrar al lector y no dejarlo salir hasta llegar a conocer la historia perversa de Sofía, su hermana Lucía y su abuelo. Desde la carátula en negro con un rostro de mujer con los ojos vendados, comenzamos a transcurrir página tras página, palabra tras palabra, en el mundo oscuro de una familia disfuncional. El efecto claustrofóbico sobre el lector es contundente.

El tema en sí mismo de la novela no es nada nuevo: la competencia entre hermanas. Sin embargo, lejos de embarcarnos en una fútil trayectoria de anécdotas nimias, la autora, usando todo el poder descriptivo de su pluma y la intensidad de su creatividad, nos adentra en la cavernas de una relación familiar basada en la opresión, deshumanización, la dialéctica de la codependencia y la humillación en que se ven envueltas las hermanas. No se nos presentan emociones simples, al contrario, la complejidad de la relación entre las hermanas transciende sus características individuales, ellas forman una unidad destructiva y necesaria, producto de la historia aberrante de sus padres y de su abuelo.

La otra muerte.

Las hermanas son rescatadas del albergue por el abuelo ("el Monstruo") para evitar que mueran en la desolación en que morirían sus padres en ese mismo lugar. Pero les espera otro tipo de muerte: la que las deshumaniza día a día y las inserta en un sendero oscuro que su abuelo ya había caminado. Sofía, "La larva", encarna todo lo opuesto de lo que el abuelo quiere resaltar perversamente en Lucía: lo bello, lo inteligente, lo sexi, el placer escondido, y hasta tiene un valor de cambio si es que logra alquilarla a los productores de comerciales, y un valor de uso para sus apetitos sexuales. La otra hermana, es “La esclava”, un objeto sub humano, una larva por ser fea y deforme que solo tiene valor de uso para servir a su hermana. El desprecio del abuelo por Sofía es algo que Lucía necesita para reivindicar su poder sobre su hermana; servir a su hermana es para Sofía una necesidad contradictoria: al servirla ella misma crea una mutua dependencia odio/amor:

"¿Cómo vas a sobrevivir tú sola? le dije. Entonces se calmó y repitió que necesitábamos estar juntas. Y tenía razón: solo nos teníamos la una a la otra. Éramos parásitos, yo de su dolor y ella de mi odio".

Las hermanas se necesitan hiriéndose. Pareciera ser que su mantra es: Te necesito para odiarte, te necesito para que me sirvas. Esta situación se hace más evidente cuando Lucía queda ciega por accidente o premeditación de Sofía.

foto:monmouthcollege.edu
Poder, soledad y hombres descompuestos.

La trama, que comienza con el interrogatorio de Sofía acerca de la muerte de su hermana, sumerge al lector dentro del mundo solitario y claustrofóbico de Sofía. Ella está atada a una silla y la interrogan un detective, un psiquiatra, un abogado de oficio y está presente también un agresivo carcelero. Todos estos hombres cumplen una función dentro del sistema de justicia, pero no dejan de ser hombres maltratadores, abusivos y morbosos que se esconden detrás de su función administrativa, para también abusarla y denigrarla. Todos los hombres en la novela aparecen sin rostro o personalidad, no se sabe nada de ellos, son como sombras fantasmagóricas rodeando a la prisionera. Si le añadimos a esto que la autora decide ponernos dentro del asilo, la casa del abuelo, la celda, el cuarto de interrogatorio, creando una sensación de encerramiento total de la cual el lector difícilmente puede apartarse hasta que llegue el final la historia. Todos los elementos narrativos están inteligentemente puestos para hacernos sentir la profunda soledad de Sofía.

Cabe preguntarse cómo es que logra la autora mantenernos atados a los hilos de las desgracias del mundo bizarro de Sofía. ¿Qué es lo que hace que lo horroroso de la vida de Sofía nos ate hasta el final de la novela? ¿nos envuelve nuestra propia perversión voyerista? ¿nos circunda un hálito de esperanza solidario buscando una luz para las desgracias de Sofía? ¿nos alimenta un rechazo visceral a este tipo de relaciones familiares desastrosas que alguna vez nos han tocado vivir?

Una novela que escarba esas preguntas en el lector, merece leerse con atención.



(*) Autor de El guerrero de la espuma y otras tantas despedidas (Pukiyari, 2014), El hotel que la habitaba (Puriyari, 2019), disponibles en Amazon.





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