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Saturday, April 28, 2018

Si Shakespeare escribiera ahora, sería un escritor detectivesco - Leonardo Padura, La transparencia del tiempo

—por Luis Fernández-Zavala Ph.D. (*)—

Necesito a Cuba para escribir,
necesito su cultura,
oír a la gente,
hablar con sus esperanzas,
decepciones y desencantos”.
L. Padura.

En la reciente novela de Leonardo Padura, La transparencia del tiempo (Tusquests editores, 2018) el detective habanero Mario Conde va a cumplir sesenta años y a desentrañar otro misterioso crimen en la Habana. En esta décima producción de la serie policial histórica, Padura se toma su tiempo en la primeras páginas de la novela para describir lo que significa llegar a esa edad para el detective-vendedor-de-libros-escritor en ciernes.

El sabia a la perfección que ser viejo -incluso sin llegar a ser un viejo de mierda- resulta una condición horripilante por todo lo que conlleva, pero, muy especial, por arrastrar consigo una amenaza insobornable: la cercanía numérica y fisiológica de la muerte.

Llegar a los sesenta para Conde es una angustia terrible ya que siente que su vida se comienza desinflar con los “dolores físicos y frustraciones existenciales”. A estas alturas  de su vida, si nunca le interesó festejar su cumpleaños, ahora menos,  y algo se desinfla y explota: “sse-sssenta-ta".


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se desinfla y explota".

Mario Conde bebe ron en cantidades industriales, fuma cigarrillos como chino en quiebra y de vez en cuando, fuma  habanos quejándose que solo puede tener acceso a los de mala calidad; el café es su resucitador en las mañanas y durante el día, pero también se queja que el mejor olor a café cubano está en el aeropuerto de Miami. No cuida su salud. La próstata lo obliga a orinar a cada rato, su hígado está lleno de grasa,  le duele la cintura, las rodillas, los hombros y su pene es cada vez más perezoso, pero “su sentido de la atracción por los encantos femeninos seguía vivo e incluso, muy alterado…” A todo esto habría que sumarle la debacle de sus sueños y proyectos personales. Apenas sobreviviendo con la venta de libros usados, después de haber renunciado a su puesto de detective formal, nunca logró sentarse a escribir, aunque seguía  siendo un lector empedernido.

Con él, también envejecen su fiel perro Basura II y su pequeño círculo  de amigos que morían o salían de Cuba para vivir en Miami. La amistad (perruna y humana), tan importante para Mario Conde, también  se le iba achicando. Una breve reflexión de lo que había logrado en la vida le sugería que no había logrado nada de nada.  Es preciso señalar que esta “frustración vital” no es nueva en el arco iris de las reflexiones de Conde: en otras aventuras detectivescas el abundará  más sobre su frustración al ser parte de una generación perdida, aquella que siguió los designios de la Revolución y que nos los dejó ser. Se podría decir que su frustración personal se explicaría en gran parte por la frustración histórica: la Revolución no trajo lo que debió traer, excepto carestía, regulaciones y limitaciones personales.

Con estas emociones revolviendo su mañana, recibe la llamada de un antiguo compañero  de las aulas preuniversitarias, Bobby Roque, a quien  no veía hacía muchísimo tiempo. Este le pide ayuda para recuperar la estatuilla de La Virgen de Regla que le había sido sustraída cuando se encontraba en Miami en viaje de negocios. Esta Virgen muy venerada entre los cubanos, se le considera muy  milagrosa (“!No es una virgen cualquiera, Conde! Es la mía, !la mía!…!Es mi madre!…). Su amigo necesitaba recuperarla porque era su protección, ahora que manejaba un negocio informal de antigüedades, obras de arte y joyas y que era abiertamente homosexual

Medio empujado por un complejo de culpa por la forma como lo habían tratado a Bobby en sus tiempos de estudiantes (“medio bobo y demasiado lánguido - o más bien maricón…”) y la otra mitad, porque para Conde la amistad es uno de sus supremos valores dignos de ponerse en práctica, acepta el encargo a cambio de una buena suma de dólares. Así Mario Conde inicia su pesquisa por los barrios marginales de la Habana y los oasis de los mercaderes de arte.

Gran parte de la novela es dedicada a intercalar capítulos que dan extensa cuenta del origen e identidad de la estatuilla. La Virgen de Regla, no es tal y su antigüedad medieval la hace valiosísima ya no en términos de la fe, sino por su valor monetario actual. Entrarán en escena diversos personajes ligados al mercado del arte en Cuba que llevan una vida al margen de la ley y su modo de vida es ciertamente acomodado dentro las condiciones precarias de la población en general. Las siempre pesimistas observaciones sobre la realidad cubana de Conde hablan ahora de un efecto colateral de la Revolución:  una nueva desigualdad económica-social relacionada al mercado negro. La frustración histórica y personal de algunos cubanos hace necesarias  estrategias de sobrevivencia y sobre determina las relaciones personales (la amistad). Otro fenómeno que altera el nuevo contexto cubano es la existencia de un flujo migratorio de refugiados que añade  complejidad a la sociedad cubana: la migración de palestinos a la isla. Mientras algunos cubanos salen o sueñan con salir de la isla, otros grupos extranjeros vienen radicarse creando otro capas precarias de existencia:

(Los palestinos) Están tan jodidos que trabajan como jornaleros para los campesinos que necesitan mano de obra. Los campesinos les pagan una mierda y los dejan dormir en sus finca y los orientales les roban todo lo que pueden…Son como los espaldas mojadas de Cuba…”

La migración  no solo es externa sino también interna y ha creado islas dentro de la isla, especialmente en la Habana que recorre Conde en busca de respuestas para lograr encontrar la poderosa estatuilla. Los orientales son cubanos que se ubican en la Habana formando barriadas casi cerradas y con sus propias reglas de juego. Esto podría estar creando cierto sesgo regionalismo discriminatorio que ve a esto grupo de allegados con desconfianza.

Como ya es característico en la novelas de Padura, Mario Conde no solo es un detective buscando la verdad sobre el crimen cometido, sino un acucioso observador de la sociedad cubana, ciertamente pesimista y agrio, pero muy enraizado en la ciudad que lo vio nacer y cobija.

Mario Conde y sus otros colegas en la ficción Mario Conde comparte las características de los detectives creados por la ficción anglosajona en el siglo pasado, representados por Dashiell Hammett y Raymond Chandler.  El detective cubano es también casi un anti social, obsesivo y tenaz, tiene principios inamovibles (el valor amistad, por ejemplo), gran bebedor y fumador, y ciertamente sensualista.  La otra característica que comparte con los abuelos y padres del genero “noir” es su conocimiento e interacción íntima con al ciudad en que vive. Ya no se trata de San Francisco después del Primer Guerra Mundial o Los Angeles durante la Depresión, sino la Habana, después de la gran Crisis causada por el abandono de Rusia y el bloqueo norteamericano.

Padura mismo admite su gusto por Chandler y algunas de sus influencias se pueden notar en la construcción de su personaje; lo que lo hace diferente no es solo la época y la ciudad sino sus signos culturales y los estilos de investigación. Por ejemplo, si Chandler se detenía en describir la presencia física de una dama de la época, se detendrá en describir su color de ojos y su mirada; Padura le añade a esta descripción, la mirada sensualista caribeña de Conde fijándose en culos, tetas y la mezcla étnica que tanto le atrae. Por otro lado, el detective ya no es necesariamente un super hombre con inteligencia extraordinaria (Holmes y Poirot, los abuelitos del género detectivesco), sino un ciudadano casi promedio que lee transversalmente la sociedad-ciudad en la que vive y de esto depende su éxito: corrupción policial, machismo, codicia, represión, antagonismo social y reglas de juego impuesta por la estructura social en la que los pobres y ricos pueden ser malos o buenos. Ya no se trata de que el detective “conozca” la naturaleza humana (Poirot) o tenga una mente deductiva extraordinaria (Sherlock Holmes) sino que se entienda las reglas de juego de la sociedad en que se vive: la post guerras, la crisis financiera de lo años 30, la Crisis de Cuba después del abandono de Rusia, la crisis política del 68 (Taibo II). Como lo señala Alex Segura (creador del detective de Miami Pete Fernández),  el género detetectivesco permite tocar temas sociales que todos nosotros enfrentamos cotidianamente, los resalta, especialmente en épocas de incertidumbre política. El detective se arroga la tarea de hacer preguntas difíciles a los sospechosos y al lector.

Algo que permanece en las características del detective privado desde sus antepasados anglosajones es su obsesión por la verdad, pero se diferencian en  el método de investigación: Conde, para malestar de sus colegas, usa mucho su intuición y las premoniciones, sin descartar su racionalismo, pero desestima la tecnología. Usa el famoso “huntch” (corazonada) de la series de TV norteamericanas, pero más acorde a la mentalidad latina que siempre duda de lo que es obvio, basado en la tradición de su realidad cultural. Cabe mencionar que la literatura detectivesca en Cuba no es nuevo y ha tenido siempre una producción amplia. La doctora Persephone Braham, señala en su libro Crimes Against the State, Crimes Against Persons (University of Minnesota Press, 2004)) que el 25% de las novelas publicadas en Cuba entre 1972 y 1986, fueron novelas de detectives. Lo que hace diferente a Padura es su  calidad  literaria y que Conde no es el enemigo del sistema, sino el crítico de la ciudad en que vive, de esta forma es más un fotógrafo callejero de lo que pasa en Cuba. De algún manera se acerca más al personaje de Taibo II, el detective Héctor Belascoarán Shayne, quien si tiene un lectura totalmente transversal del contexto mexicano y sí es enemigo del sistema y crítico de la ciudad a la vez.


(*) Luis Fernández-Zavala, autor de El guerrero de la espuma y otras tantas despedidas, (Pukiyari 2014). Disponible en Amazon.com, PeruEboooks.com, Allá y Op. Cit. en Santa Fe, New Mexico.





1 comment:

  1. Buena resena, del escritor Luis Fernandez-Zavala la cual es a la vez ilustrativa y descriptiva, proporcionando elementos que nos permite aproximarnos, sin leerla a la novela de este escritor.

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