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Friday, February 21, 2014

Los soldados de Salamina: La guerra, la paz y la literatura II

—por Luis Fernández-Zavala (*)—

En términos históricos no hay duda de que hubo un
golpe de Estado fascista contra un régimen elegido
democráticamente. Ahora bien, hace falta señalar
que tanto los llamados buenos como los llamados
malos eran humanos. En la novela busqué entender
a un fascista, ponerme en su piel y saber por qué
actuó de cierta manera.
Javier Cercas


En Ucrania, Tailandia y Venezuela en este mismo instante, se vienen dando enfrentamientos entre los gobiernos y las fuerzas que  se les oponen y se puede pesimistamente vaticinar que estas protestas y represiones podrían derivar en guerras civiles. En Siria ya existe una guerra civil en curso con más de 140 mil muertos en sólo tres años; en la República Central de África está ocurriendo  un genocidio perpetrado por “bandas cristianas” contra la población musulmana. En México, la violencia de las mafias de narco traficantes con un total acumulado de 100 mil muertes desde 2006, nos habla de una guerra, una diferente, pero igualmente devastadora. Todo esto solo para mencionar lo más resaltante de las noticias internacionales del día de hoy. Cualquiera que sea el resultado final de estos conflictos violentos lo cierto es que se crearán cicatrices que el tiempo no podrá borrar fácilmente. El mal está hecho y quedará como un péndulo trágico sobre la conciencia social de los habitantes de cada uno de estos países.

Una vez acabados los conflictos, todos los lados implicados recontarán su propia historia. Cada uno pondrá su versión de su tragedia. No todo será verdad. No importa. Su función social no es llegar a la verdad sino dar sentido a la tragedia como perdedores o vencedores. No todas las versiones contadas tendrán el mismo impacto, ni todas serán literatura. Las que lleguen al ámbito de literatura adquirirán su relevancia no solo porque manejen la técnica literaria y del lenguaje, sino por su capacidad de hacernos sentir la tragedia de las guerras de una manera diferente a las estadísticas salvajes y a las batallas. La ficción debería humanizar lo irracional y algo deberíamos aprender de todo esto. Vista así la ficción, ésta se convierte en la Historia por otros medios, tal y como la guerra es la política por otros medios.

Así lo demostró Santiago Roncagliolo con Abril Rojo que ya comentamos y lo demuestra Javier Carcas con Los soldados de Salamina (Tusquets, 2009).

Javier Cercas
Javier Cercas es un escritor español con diez obras publicadas, ganador del Premio Llibreter 2001, el Independent Foreign Fiction Prize 2004 y el Premio Salambó concedido a la mejor obra narrativa en 2001. Los soldados de Salamina fue llevada al cine en el año 2003 obteniendo premios en España y en diferentes certámenes internacionales.

Los soldados de Salamina es una novela corta basada en un hecho aparentemente real sucedido durante la Guerra Civil Española: milicianos republicanos salvan de una ejecución eminente al notorio líder falangista Sánchez Mazas. Era la época de la retirada de las tropas republicanas y el avance victorioso de las falangistas.  De ahí el título de la novela, en referencia, suponemos a la evacuación de Atenas durante la invasión de las fuerzas invasoras sirias, que da paso al desenlace de esta guerra en la batalla naval de Salamina. La retirada de una fuerza militar y la invasión de la otra es el marco que pone el mismo saco de desgracias, tanto a los milicianos republicanos como al falangista Sánchez Mazas. La trama engancha al lector inmediatamente en una travesía para determinar quiénes fueron esos anónimos milicianos republicanos y por qué salvaron de una muerte segura a Sánchez Mazas. ¿Fue esto realmente lo que pasó o fue un mito creado por la propaganda fascista y el ego del Sánchez Mazas? ¿Quién fue realmente Sánchez Mazas? ¿Un escritor?  (“... era un buen escritor, pero no un gran escritor”) ¿Un político extremista?  (“...un hombre culto, refinado, melancólico y conservador , huerfano de coraje físico ...había trabajado como nadie  para que su país se sumergiera en una salvaje orgía de sangre”). ¿Acaso una combinación de ambos? Un ideólogo irresponsable, un propagandista apasionado que usó sus dotes de escritor al servicio de la causa cavernaria del fascismo. (“... supo urdir una violenta poesía patriótica de sacrificio y yugos y flechas y gritos de rigor que inflamó la imaginación de centenares de miles de jóvenes y acabo mandándolos al matadero”). ¿Quién fue el miliciano que salvó a Sanchez Mazas? ¿Por qué le ayudaron los milicianos desertores? Estas son las preguntas que se hace el periodista Cercas (el narrador ficticio) y al tratar de contestarlas, se va reencontrando con su propia vena literaria perdida.

“...es este soldado anónimo y derrotado que ahora mira a ese hombre cuyo cuerpo casi se confunde con la tierra y el agua marrón de la hoya, y que grita con fuerza al aire sin dejar de mirarlo:
- Aquí no hay nadie!
Luego se da media vuelta y se va”.

La voz del periodista Cercas es simple, ágil, directa y a veces opaca y sarcástica, sobre todo cuando se refiere a sus frustraciones como escritor. Cuando narra sus encuentros y conversaciones con sus entrevistados —cosa que no es fácil porque nadie quiere ya hablar de la guerra— lo hace usando extensos párrafos matizados con cierto lirismo que permite apreciar la sagacidad del periodista, sus dudas y su personalidad persistente, curiosa pero desapasionada. También podemos encontrar algunas veces un detallismo superfluo cuando se describe los cafés o restaurantes donde se encuentra muchas veces con sus informantes y un minimalismo en la descripción física de éstos. No se percibe  en él una vehemencia por la verdad, porque esta no existe, si no una necesidad de llegar al fondo del asunto conforme se le van cerrando y abriendo las puertas de información.

No por haber sido los republicanos perdedores de la guerra, la historia debe olvidar sus aciertos y sus excesos; no por haber sido los nacionalistas los ganadores de la contienda, se puede olvidar su responsabilidad, excesos y algunos casos, su humanidad. Sánchez Mazas, el falangista, cumple con su palabra de ayudar a los milicianos que lo protegieron; el miliciano que lo dejó ir y se apiada de Sánchez Mazas sigue peleando con vehemencia otras guerras de liberación. El periodista Cercas, distanciado de la Historia, se pregunta: ¿Quiénes son los héroes? ¿Qué es lo que hace a un héroe? ¿Cómo es posible un acto de compasión en un contexto donde el deber de cada soldado es matar? Como no hay certezas, la ficción busca extender puentes para entender lo que pasó, no desde  la versión de la Historia oficial o la contestataria, sino desde el drama de los individuos que vivieron la guerra, la derrota, la victoria y la paz. Tal como lo pone el autor: “ ... porque uno no encuentra lo que busca, sino lo que la realidad le entrega”, el periodista Cercas entra a la realidad  ficcionalizada donde todo le  sigue siendo nebuloso y contradictorio en la historia real, pero sumamente humano en la ficción.

Otra línea de lectura de Los soldados de Salamina es acerca del oficio de escribir. El periodista Cercas no se siente como un autor de importancia, a pesar de sus dos libros publicados. Escribir para el diario no le satisface, es un trabajo menor, casi mecánico. No se siente escritor, ha perdido la creatividad y el placer de escribir. Su derrota como escritor es parte de su derrota como persona de la cual forma parte su divorcio, su soledad y su relación distante con Conchi, su nueva amante. Sin embargo, en la medida que se adentra en el resolver el enigma de los acontecimientos reales, (“... el libro que iba a escribir no sería una novela, sino sólo un relato real, un relato cosido a la realidad, amasado de hechos y personajes reales...) su creatividad comienza otra vez a fluir, su relación con su amante se hace más interesante y encuentra, en su conexión con el escritor Roberto Bolaño, la ruta necesaria para entrar otra vez en el mundo de la ficción, sin la presión de sentirse escritor. Bolaño le dirá: “...un escritor de verdad nunca deja de ser escritor. Aunque no escriba”.

La novela de Cercas (el autor, no el personaje) nos brinda una visión y reflexión de la guerra de una manera distinta. Cercas lo hace desde la distancia que el tiempo impone, no busca recrear una época, sino hilvanar la manera en que los españoles actuales procesan su pasado. No se trata de negarle a nadie su razón, errores y maldades, sino verlos en su propia salsa humana. Se esperaba que los lectores de esta novela fueran los que de una manera directa o indirecta sobre revivieron estos hechos. Pero no ha sido así, los lectores buscando repuestas han sido las generaciones más jóvenes que también tienen preguntas y quieren imaginar un pasado menos dogmático, menos apasionado. Para terminar, nos preguntamos, ¿Cómo la literatura dará cuenta de la guerra en el Perú dentro de 60 años, en México o en ….?  Cercas nos sugeriría: … no vale el olvido ni la venda en los ojos. En Los soldados de Salamina pretendí comprender y no juzgar, busqué humanizar al monstruo, porque el malvado no es un monstruo sino un hombre que un buen día comete una atrocidad.

Definitivamente esta novela vale la pena leerse o releerse hoy.


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(*) Luis Fernandez-Zavala, Ph.D. Autor de El guerrero de la espuma y otras tantas depedidas.




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