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Friday, December 28, 2012

Cincuenta sombras de Grey - ficción, erotismo y banalidad


–Luis Fernández Zavala*–

There is no pornography without secrecy.
D.H. Lawrence

Recientemente, visitando la ciudad de Crozon, situada en una enorme y silenciosa bahía al norte de Francia, en la región Bretona, me encontré con la novedad de que más de uno de mis anfitriones comentaba con vehemencia el éxito comercial global de Cincuenta sombras de Grey de la autora inglesa E.L. James. “Es una novela erótica sobre sado-masoquismo, escrita por una mujer para las mujeres”, me dijeron. “¡Es un éxito!”, corearon varios. Viniendo los comentarios de franceses que deberían conocer el impacto cultural y literario de las obras de ficción sexual de mujeres como Pauline Rèage (Histoire d’O, 1954), Jean de Berg (L’image, 1956), y Anaïs Nin (Little Birds, 1974), presté atención, confesé mi ignorancia y pedí referencias.

Cuarenta millones de ejemplares vendidos en el mundo. Es el libro de venta más rápida en su versión económica impresa y el más vendido en su versión digital en Kindle (cerca del millón). Las ventas han sobrepasado las expectativas de la editora Random House motivando la asignación de un bono de cinco mil dólares a cada trabajador. Ha sido traducido a treinta y un idiomas, incluido el castellano, croata, japonés y el finlandés. En las redes sociales, como facebook, las mujeres siguen los avatares amorosos de los personajes y expresan sus preferencias sobre los posibles actores y actrices para la versión fílmica. Se vende t-shirts con textos alusivos al sado-masoquismo (“relájate y obedece”), se vende ropa interior alusiva al libro. Desde septiembre de este año se puede adquirir el disco compacto con la música clásica mencionada en el libro. Plomo (grey) es el color recomendado para decorar no sólo el dormitorio, sino toda la casa. Incluso se sospecha que el incremento de las ventas de sogas en algunas ciudades de los Estados Unidos es debido a este libro. En pocas palabras, 50 sombras... se ha convertido, en muy poco tiempo y con la rapidez que el mundo digital lo permite, en un fenómeno cultural y de mercado excepcional. “¡Felicitaciones a la autora! ¡Bien hecho!”, les dije.

En los días siguientes, puede ver el libro en el  escaparate de la única librería del pacífico pueblito de Crozon. Posteriormente, siguiendo mi periplo francés, encontré el libro en las librerías de ciudades más grandes y cosmopolitas como Tours, Nantes y París y hasta en una obscura librería en la estación de tren de Quimper.

Si bien no estaba en mi lista inmediata de lecturas, tanta algarabía me despertó la curiosidad y bajé la novela a mi Kindle. Después de todo –pensé– sería una buena lectura para mejorar las condiciones de mi vuelo de nueve horas de regreso a los Estados Unidos y relajarme ante la presencia amenazadora de la tormenta Sandy.

Durante el vuelo, me enteré que Sandy no sería problema. Ya había arrasado New York  y se alejaba de mi puerto de entrada, Washington D. C. Me quedaba entretenerme con 50 sombras…, ya sin otra tensión que arreglar mi largo cuerpo a la estrechez de mi silleta de vuelo por nueve horas. Sin embargo, por más que me esforzaba por avanzar en la línea narrativa de la obra de E.L. James y habiendo agotado 60% de ésta, el aburrimiento me alargaba las horas de vuelo miserablemente. ¿Qué estaba pasando? ¿Acaso estaba muy cansado para entenderla? ¿O quizá, mi genero de varón me impedía acceder al erotismo prometido?.

No, me dije. Lo que pasa es que este libro ni es erótico, ni es buena literatura. Entonces, ¿cuál es la explicación  de su éxito comercial global, mayormente entre las mujeres?

E. L. James
La autora describe su trabajo  como “romances provocativos” y “romances para adultos”. Lo que ofrece es la búsqueda del amor, coqueteo y sexo. Eso es romance para adultos. Pero los críticos literarios han sido un poco más virulentos. Su trabajo ha sido llamado “porno para amas de casa”, “porno para las mamás” (aunque mi hijo de catorce años lo tildó de “porno para las abuelitas”), y “Barbie porno”. The Guardian señala que el libro ni siquiera llegó a estar entre los finalistas del Bad Sex Award 2012 debido a que no cumple con el primer requisito para ser considerado: ser una obra literaria. El jurado no toma en cuenta pornografía u obras eróticas.

Otros críticos (Jessica Reaves del Chicago Tribune) van más al detalle y consideran que el tema en sí no descalifica al libro, porque hay varios ejemplos de obras de ficción sexual con calidad literaria escritas por mujeres. El problema es la calidad de lo escrito. En este sentido, se critica la pobre presentación estereotipada de los personajes, su relación poco creíble, el desarrollo de la acción obvia y predecible, diálogos bobos, lo repetitivo en la descripción de la excitación sexual, ausencia de imágenes, el uso de metáforas dignas de niños de primaria y por último, la ausencia de drama y la tacañería en la construcción de frases dignas de recordarse.

En las secuencias de la relación entre los dos personajes principales (Anastasia y Christian) todo es externo, bonito, aburridamente presentado de color rosa, pero un poquito más picante para venderse en los supermercados.

El argumento de la obra podría resumirse así: chica educada, virgen a los 21 años –en contra de las estadísticas sobre la sexualidad juvenil en los Estados Unidos e Inglaterra[1]– con un ego disminuido, encuentra al príncipe azul (o grey, plomo[2]). Al príncipe le gusta hacer sentir que él es príncipe: “No me toques”, “te vienes cuando yo quiera”, “te vistes como yo quiera”, “tú eres mía, yo no soy tuyo”, “me gusta controlar”. A la moderna Cenicienta le gusta y se sorprende de la sexualidad de Christian, pero quiere “algo más”. El paradigma (o construcción social) usado es que en una relación heterosexual, la mujer busca amor y compromiso, mientras el hombre busca sexo (en el caso de Christian, sexo kinky).

La doncella que a los 21 años todavía es virgen sexual y orgásmica, hace de Anastasia una chica post-moderna especial. Se siente en desventaja con respecto al resto de sus congéneres. Ella no se siente sexi como Kate, su compañera de habitación. Para acceder al placer de mujer adulta que quiere dar placer, ser deseada y recibir placer tiene que firmar un contrato. Aquí la autora malgasta su tiempo –y del lector– con los detalles del contrato, que es el recurso para hacer “legal” el acto de sumisión (¿réplica del compromiso matrimonial?), admisible, respetable y seguro. El resto de la historia es darle relleno moderno y decorativo a una relación entre estereotipos sacados de una revista de SM para ser presentada a las girl scouts.

Para pintarla como una mujer joven de nuestros tiempos, no es casual que Anastasia escriba correos electrónicos coquetos (el general Petraeus y su amante saben de este poderoso instrumento de calentamiento a distancia; los sex-texting es una manía generalizada entre los jóvenes del siglo XXI). Ella usa su MacBook (“cacharro infernal”), su IPod, escucha música de Britney Spears, pone especial atención a la marca del carro, a la alfombra cara, a la calidad de la ropa de su príncipe (“me ha dejado uno de sus boxers de algodón, de Ralph Lauren, nada menos.”) y a los vinos caros que el galán le ofrece con displicencia seductora. Ella es la Cenicienta moderna.

Christian Grey, el príncipe plomo, es la imagen del novio de la Barbie. Ken es el muñeco inalcanzable, frío, distante y robótico creado por Mattel Inc. y que las mujercitas ahora adultas, todavía sueñan en 50 sombras... Esta imagen del novio ideal ha sido globalizada y se puede encontrar en todas partes el mundo y se ha ido reciclando según el ambiente cultural desde su introducción en 1961. Por ejemplo, en 2011 se lanzó una versión de Ken para adultos coleccionistas. Los muñecos de Mattel tienen vida propia. Ken y Barbie tienen desencuentros amorosos como cualquier otra pareja. Se separan, se juntan, él no quiere casarse. En la versión de E.L. James, Ken-plomo le gusta darle nalgadas a su amante y no quiere comprometerse más allá de su contrato de gustitos sexuales.

La autora recurre a la “diosa que llevo adentro”, como la voz de la conciencia y lo formal de Anastasia que le hace llamados de atención ante su comportamiento ambivalente. Esta diosa, un ícono presumiblemente usado para crear drama, no logra alcanzar ese nivel. Es  unilineal, aparece y desaparece convenientemente. No le crea conflicto mas allá de “yo te lo dije”, tal cual su madre se lo diría, o salta llena de alegría pueril cuando Anastasia se apunta un gol efímero en sus coqueteos con Christian. Pero el lector no sabe nunca que arquetipo de diosa está dentro de Anastasia: ¿Afrodita, Hermis, Athena...? ¿Una combinación de todas? Esta voz interior es más bien la imagen del genio de la botella o el hada madrina en la versión de Walt Disney.

El éxito de 50 sombras... radica en usar imágenes ya conocidas e interiorizadas por las mujeres actuales para hacerlas entrar en el sado-masoquismo de salón. Ese que hace que los asuntos en la cama sean un poquito más interesantes. La señora E.L James no quiere escandalizar a nadie, sólo utilizar los íconos aceptados y pintarlos modernamente con un tenue barniz bizarro, pero aceptable y presumiblemente de buen gusto. Después de todo, a qué mujer no le gustaría un poquito de sal y pimienta durante el sexo que les permita tener orgasmos más frecuentes.

Su obra no pretende buscar el camino de la transgresión que sigue “O” (cuánto de mí voy a negar, para arribar a un estado casi místico de entrega al otro) sino contar un cuento de hadas con el cual se identifique la mujer promedio sobre la base de fantasías pueblerinas retrogradas: ¿A qué chica no le gustaría tener un novio millonario, educado, bonito, bien dotado, físicamente perfecto, bien vestido, que le dé regalos caros? ¿Qué chica joven no le hubiera gustado tener orgasmos en su primer acto sexual?[3] ¿Qué chica de cualquier parte del mundo no sueña con tener una cita y ser transportada en helicóptero (o unicornio)?

Anaïs Nin
Quizá el mérito de este libro sirve para probar que sofisticadas técnicas de marketing (la autora se desempeña como ejecutiva de televisión) desde su concepción hasta su venta en una trilogía, funcionan. Parte de este proceso es hacerlo asequible en su versión digital. Ahora la novelita romántica y un poco kinky, puede leerse con privacidad necesaria. Esto, según algunos comentaristas, ha ayudado al público femenino, al cual estarían catalogando de cucufato, a leer “romances para adultos” sin que nadie se entere de que son personas sexuales. Darle a las audiencias femeninas poco sofisticadas –el gran mercado– lo que quieren leer, es el mérito de este libro. Pero esto no la convierte en una obra de ficción de calidad (nunca fue su objetivo), ni una obra de ficción sexual que cumpla su cometido. Basta aquí recordar que Anaïs Nin, fue parte de un grupo de poetas que se dedicó a escribir erotismo por necesidad, pero que su obra ha ido más allá del tema y de su venta, para quedar como una obra literaria de calidad. Por más que el lector lo intente, no podrá encontrar ninguna frase amigablemente literaria digna de recordase en 50 sombras.
Anaïs Nin podrá decir: “The little clitoris stiffens like a nipple. My head between her two legs is caught in the most delicious vise of silky, salty flesh”.
E.L. James dirá: “Cogiéndome por la parte superior de ambos muslos, me separa las piernas. Gruño con fuerza al notar que su lengua me acaricia el clítoris. Dios...”.

Si la función de la ficción es reinventar la realidad –mentir, como lo llamaría Mario Vargas Llosa–, la ficción de la señora James es poco creíble. En la ficción, la verdad de los hechos se transforma pero siempre hay un referente que el lector puede identificar en la vida real. Es puente por el cual transita la dicotomía realidad/ficción y donde la literatura ejerce su hechizo. En 50 sombras... no hay ese referente básico. La realidad sin ficción de la que se parte es ya una mentira a secas. Esto debido a que sus personajes son modelos mediáticos y de escaparate, arlequines ya mentirosos, antes de ser ficcionales. Siguiendo a MVLL sobre la relación ficción-verdad: “toda buena novela dice la verdad y toda mala novela miente”.

Para llegar  a ser una obra de ficción sexual, la novela tendría que haber entrado en el otro lado de la sexualidad: aquel en que parece lo prohibido, lo misterioso, lo transgresor, la búsqueda del placer en circunstancias catalogadas anormales pero muy íntimas y sin mencionar repetidamente que lo que está sintiendo la protagonista es “erótico”. Al no estimular la imaginación intuitiva del lector cuando se presenta la descripción de lo estrictamente sexual, no hay espacio para la asimilación imaginada de texturas, insinuaciones, colores, la exacerbación de otros sentidos. Todo se queda a nivel fotográfico y voyerista.

Las relaciones de poder que sí se dan en la tranquilidad del dormitorio de las parejas, aquí se dan desde la perspectiva de un modo de vida del protagonista. Pero él no es transgresor, él sigue mandando en la cama tal y como manda a sus empleados de exitoso imperio comercial. Ken-plomo, no puede dejar de jugar su papel de niño rico. Al contrario de la Historia de “O”, donde la presencia masculina es fuerte por las demandas y etérea en su historia personal, casi fantasmal, 50 sombras... pone al centro al príncipe plomo y sus caprichos.

Hubiera sido más interesante para el lector, que con todo el poder que le da el dinero, Christian hubiese devenido en un cross dresser y así crear un conflicto. Un drama de varios mundos encontrados frente a los cuales la heroína tiene que definir su amor y atracción sexual.

Hay otros alcances dignos de resaltar en esta trilogía. El primero es obvio: dada la permisividad sexual de nuestros tiempos, quizá ahora se pueda intentar algo más en la privacidad del dormitorio de las parejas al presentarse el sado-masoquismo como juego sexual sin un carácter subterráneo. Por último, desde Octubre de este año se puede adquirir la música exquisita que la autora presenta en la novela. Sin embargo, como podemos notar, ambos logros, no son literarios.


*Luis Fernandez Zavala, Ph.D. vive en Santa Fe, New Mexico. Acaba de terminar su primer libro de historias cortas, El guerrero de la espuma y otras tantas despedidas. luferza@gmail.com




[1] En USA, según el Centre for Decease Control and Prevention, 76 % de las mujeres entre 17-18 tienen sexo; el porcentaje es mayor en el grupo de 20 a 24 años (81 %). El grupo de edad de Anastasia. En Europa, Inglaterra tiene el porcentaje más alto de actividad sexual (40 %) del grupo femenino quinceañero.
[2]“Plomo” como  llamarían en Perú a alguien que es pesado y aburrido por lo perfecto que es.
[3]  Mientras que 75 %  de los hombres  siempre alcanzan el orgasmo, sólo 29 % de las mujeres lo obtienen durante el coito. Esto en circunstancias normales y no estresantes como la desvirginación. National Health and Social Life Survey. 

5 comments:

  1. Excelente reseña Luis, no podía ser de otra manera. Enhorabuena...

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  2. Estimado Dr. Fernandez,

    Nos dio no solamente una buena reseña de la novela pero también un buen resumen de las técnicas de un autor literario.

    El logro de dibujar un escenario para conectar la audiencia al mensaje de la obra no es cosa fácil, y usted nos ha revelado como este libro alcanza esta meta y como se cae poco antes de tocarlo.

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  3. Interesante resena.

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  4. Asi es......muy interesante

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  5. No pude terminar el 1er libro (siendo una trilogía) No lograba engancharme y por mas que intente seguir adelante, caí muerta del aburrimiento, no sabia si era yo, así que empece la búsqueda de reseñas y criticas sobre el libro, coincido que esto no es literatura y es una historia tan cliché de telenovela barata, este gran articulo aclaro mucha de mis dudas, muchas gracias, a pasar pagina y a leer literatura de verdad.

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