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Sunday, February 8, 2015

ESPERANDO A LOS BÁRBAROS de J.M. COETZEE (1940) Sudáfrica


—por Alberto Hernández—

1
Un silencio lejano aproxima el terror. Una potencia, un imperio, se adueña de un territorio y somete a sus habitantes, los domina con una suerte de exilio, de destierro, de acoso, de barbarie. Sin embargo, quienes han sido sometidos son llamados bárbaros por quienes tienen el poder.

Un Magistrado, convencido de sus debilidades, asume la defensa de los que al ser capturados reciben los peores tratos. Un poblado en la frontera de un país X, donde el centro de la vida es un cuartel, sirve de base de operaciones donde se realizan torturas, vejaciones y todo tipo de crueldades. Mientras tanto, el Magistrado los interroga y se hace de una joven “bárbara” a quien cuida, cura sus heridas y hasta convierte en su mujer. Luego decide devolverla a sus orígenes, a su gente. Viaja con una comisión al desierto donde está ubicada la tierra de los invadidos, acorralados por la naturaleza: nieve, calor, polvo, arena, etc. El Magistrado entrega a la mujer y regresa al cuartel y es enjuiciado por hacer contacto con el enemigo.

Un Coronel, que tiene como insignia el uso permanente de cristales negros, quien ha sido el más perverso interrogador de los capturados bárbaros, es ahora el juez que encierra al Magistrado en una inmunda celda. La llegada de los militares, al mando de un oficial muy joven, fue celebrada por el poblado. Luego se arrepentiría al someterlo a la ruina, al abandono. Un retrato de una realidad que sobresale en estos tiempos, y que tiene como referente los errores de pasados cercanos, pero que no han servido de ejemplo para no seguir siendo esclavo de ellos. La tragedia de ese poder está centrado en el hecho de que los “bárbaros” siempre han estado allí. Que nunca han sido una amenaza, pero que con el tiempo podrían convertirse en otro poder.

John Maxwell Coetzee
2
Esperando a los bárbaros (Riesa Ediciones, Buenos Aires, 1983) es la primera novela de J. M. Coetzee, un relato cuya realidad ya ha ocurrido y sigue ocurriendo. Un relato en proceso, en plena vigencia en estos tiempos, un relato que registra la crueldad y la capacidad para convertir a una región en un establecimiento de tortura, de miedo. Es una novela sobre el poder. Escrita sin sobresaltos temporales, Esperando a los bárbaros podría ser la historia de aquella Sudáfrica que los llamados afrikáners transformaron en un experimento que con los años se tradujo en el apartheid. Podría ser también la de Australia. La de cualquier país de África o de América Latina. Es parte de la historia universal de la infamia. Es parte del relato de muchos crímenes que Coetzee convirtió en ofrenda. Es la historia de una conjura en la que participan los muertos, los que susurran durante la noche en la imaginación de muchos personajes.

El narrador protagonista, el mismo Magistrado, desnuda sus emociones a través de este texto: “No oigo nada de los alaridos que, según contó después la gente, venían del granero. Esa noche, en todo momento, mientras atiendo mis ocupaciones, tengo conciencia de lo que puede suceder, e incluso mi oído está siempre afinado al sonido del dolor humano”.

Premio Nobel de Literatura 2003
El coronel, de apellido Joll, no tiene misericordia con nadie. Su odio lo concentra en la manera de interrogar, oficio en el que es experto. La experiencia judicial con el Magistrado convirtió a este último en un prisionero. La intensidad de los interrogatorios, la tensión en los diálogos muestran la maestría de Coetzee. Un engranaje narrativo que coloca dos conciencias frente a frente. Finalmente, el Magistrado es una marioneta, una burla, un mendigo, un indigente que duerme con los perros en el patio del cuartel. Hasta que se escapa: recorre el monte, se esconde como una alimaña bajo la cama de una prostituta, filosofa, casi muere de frío, regresa a su sitio de reclusión. Se olvidan de él cuando lo huelen y lo sienten como parte de los animales del lugar. El Magistrado es un ofendido, un humillado que piensa y se recuesta del tronco de un árbol y se rasca el lomo como un jumento. Pero piensa. Sabe lo que viene.

3
El poder, costado funerario de la cadena de mando del imperio, comienza a presentar problemas. Entonces Joll regresa a la ciudad y abandona el cuartel. Lo deja solo con dos o tres soldados. El Magistrado asume de nuevo sus funciones. Toma sus papeles. Revisa y hace un inventario de su comportamiento con las mujeres, con la mujer que entregó a los bárbaros. Finalmente, éstos nunca llegan. Han sido una metáfora del terror que incita el poder. No obstante, de los huesos de los primeros habitantes de la zona, hallados por el Magistrado, de esos restos brotan miradas que se depositan en el poblado. Los ojos que vienen del desierto, del frío, del silencio, de la lejanía, representan el anuncio de que algo va a suceder. Esperando a los bárbaros es una poética del miedo, del dolor de las víctimas, del mismo poder, pero también de la cobardía de quienes lo ejercen.

Esos “bárbaros” podrían escribir otra página para emerger de las sombras e imponer su ley.





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