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Saturday, February 16, 2013

Retazos para un país escrito de memoria - Venezuela


—Alberto Hernández—

1
Sobre la misma tierra, como decía el novelista, nos queda mucho terreno que pisar.

Anormales —o más allá de la certeza de serlo—, lubricamos el discurso impelido por un país donde la locura cabe perfectamente en el final de un poema escrito por un personaje de Faulkner. Que nadie lo subestime, somos así, paranormales.

Todos los personajes de Gallegos eran la crisis que somos. Cada uno hizo de su parcela nacional un trozo de vergüenza, de decoro o de misterio. Más allá de la normalidad, nuestro novelista metió la mano en la carne podrida de un país que no termina de saberse Nación. De allí que aún, a esta altura del siglo, seamos el acento de esos personajes. Son nuestra representación.

Rómulo Gallegos
2
La mano junto al muro revisa el horizonte donde no queda lugar para pensar. Somos un país extraño, demasiado pequeño para lo grande que nos creemos. Nos deslizamos con placer sobre la brasa de un parloteo incesante. Paranormales, no sabemos si ser reales o un invento clásico de nuestra desmesura.

Merecemos una crítica a nuestros enfermos asuntos. Una mujer, una prostituta, roza la piel de un hombre que la busca. Era aquella costa la visitada por el turismo sexual que bajaba de los mercantes y yates provenientes del resto de la tierra. La miseria nos tatuaba a diario. El novelista, Guillermo Meneses, sólo nos dibujó en el vicio, en la traición, en el descuido, en la arrogancia de quienes nos dieron la sangre de hoy. Eso hemos sido, una mano sucia contra un muro derruido.

Adriano González León
(Valera 1931- Caracas 2008)
3
País portátil que nos lleva de lado y lado.

Líquidos bajo el plomo de una guerra de verbos gastados, terminamos en la penúltima página de una novela premiada. Adriano González León nos introdujo en la maleta de una historia donde la violencia nos arrojó a muchos años de atraso, los mismos que hoy nos apuntan con el hierro de marcar reses.
“Por entre los eucaliptos de la vieja estación venían ellos: verdes, amenazantes, con metralletas y fusiles. De nuevo se iniciaron las carreras, los empujones, el retroceso al cerro”. Esa ha sido nuestra historia, un retroceso hacia el cerro, hacia la pobreza, hacia la violencia, hacia el dolor, hacia nuestra más autóctona estupidez.

4
Las historias de la calle Lincoln se han quedado en la piel reseca del olvido. La mano que la escribió es la artritis de un duende que camina entre botellas e indigentes tirados en las calles de la gran ciudad. La mendicidad tiene sentido muchas veces. Carlos Noguera parece haber olvidado los rincones de Sabana Grande, el Callejón de la Puñalada, los placeres con aquellos que lo acompañaron, los que hoy son sombra y olvido. Aquel país metido en la Lincoln se ha desdibujado. El autor pasó a ser parte de lo que confirmaba como antiestético.

5
Cien años de soledad para quienes despertaron frente al dinosaurio y no supieron que los edificios de la gran ciudad no regaban cagarrutas en los parques del mundo. Gabriel García Márquez regresa a su viejo lar. En el pueblo que lo vio nacer sólo quedan los huesos de los monstruos prehistóricos que se han instalado en nuestro patio doméstico.

Salvador Garmendia
(Barquisimeto 1928 - Caracas 2001)
6
Varios títulos encerrados en una biblioteca que sólo una sola mano podrá extraer escondido de Los pequeños seres. Salvador Garmendia supo retratarlos, hacerlos la parte que nos toca, la que somos realmente, esa oscura materia que transita por las calles entrenada por la desidia, la maledicencia y la celebración repentina. Somos seres anónimos con la pretensión de pasar a la historia subidos en las ancas de un caballo. Somos simples seres manipulables, hechos con papel maché y alambres para ser movidos en un escenario de sonámbulos.

7
“Cuando en los lomos del siglo veintiuno el llano, MdeJ., tío Ricardo, la tía Trina y la perra Anémona, lloren una vez más ante la muerte aparente del desierto: Yo, Rey de los Chigüires, no dejaré huellas en las arenas de mi reinado”. Así empieza Palabreus, de José Vicente Abreu. Y comienza como se comienza un siglo decadente como éste que nos ha tocado. Un siglo donde caballos, asnos, perros y orangutanes han resucitado para regresarnos al desierto, donde no quedarán huellas, marcas o pivotes para decir que se estuvo allí. Sólo algunas palabras, algunos sonidos huecos, algunas groserías.

Victoria de Stefano
8
Victoria de Stefano desató la memoria. En La noche llama a la noche hizo de la novela un personaje. Noveló la novela, la cabalgó con personajes que aún suben y bajan las escaleras de un país romántico, asido de la nostalgia. No se detuvo en el andamiaje aunque le dio cuerpo con huesos firmes. Una novela del país que ella vivió con la densidad de los gritos y susurros de aquellos días de los años sesenta.

Ese país, el dibujado aquí, el siempre a la orilla de un precipicio, no aprendió la lección. No entendió el cuento de Monterroso. O como dibujó alguien por allí: el dinosaurio no nos entendió, en la creencia de que quien trazaba la hora menguada estaba en el Paraíso. Y de lejos veía a los demonios, vestidos con el traje de un tiranosaurio rex de metal.

Denzil Romero (1938-1999)
9
Lo dijo Manuel Bermúdez en el pórtico que abrió en El invencionero de Denzil Romero: “El lector... va a tener la dicha de ver la reconstrucción de paraísos derribados por el tiempo”, y no falló el dictum de quien vio y leyó este país, porque Bermúdez y Romero lo pasearon, lo tuvieron al alcance de sus reflexiones, lo amasaron con manos amorosas y lo dejaron para que otros le siguieran los pasos. Sin embargo, la invención de país, la invención de esta anécdota, sigue siendo un estadio alucinante. Nada de lo que nos queda se puede decir que nos pertenece. Estamos de paso sobre el filo de un cuento, como en la saliva del tonto de la novela de Faulkner.

10
“Por El Valle del Lucero no se va a ninguna parte”, excelente entrada para leer Los caballos de la cólera, donde Eduardo Casanova nos vierte completos. Novela paisaje humano en el que destaca una tierra de espanto y miedo, crímenes y desolación. Un boceto de país que nos arrastra y nos ahoga. “Tierra pisada con dolor de siglos”, dice el autor. Los personajes recorren todas las páginas y se salen de ellas para someternos a las lecciones de una realidad emergente, tiesa, como el cuero aquel, como la porfía del poema hecho cantata, como una marca en la frente. Son los caballos de la ira, los del apocalipsis, los de las tantas escaramuzas que se convirtieron luego en una épica enfermiza.

Israel Centeno (Caracas 1958)
11
Israel Centeno parece venir de las sombras. Acosado por tantos personajes, ha recreado un país, el que carga a diario en cualquier parte del mundo. Criaturas de la noche lo empuja a decir de los extraños que se mueven en la niebla y corren hacia la luz en búsqueda de cómplices. La soledad los aturde, los hace innecesarios. Caracas es un cuento de miedo. En el Ávila alguien siempre espera. No sabemos.

12
Hay tantas tierras y una sola. En La otra isla hay siempre una sola isla, aunque Coche y Cubagua se peleen el derecho a ser llamadas como la Isla Madre. Francisco Suniaga la ha descubierto para este país que no termina de decirse como tal. Una navegación literaria que abarca los sueños y la realidad bajo el intenso sol testigo de un crimen. La noche también la vio a la orilla de la playa, desnuda y con algunos signos para investigar. La muerte, lo forense, nos ha hecho socios del miedo.

Federico Vegas Pérez (Caracas 1950)
13
Un libro de notas. Un tomo que compendia un país, lo dibuja con sangre, con pólvora, con las huellas digitales de un grupo de hombres cuyo apellido era Falke. Federico Vegas lo traduce desde el presente, desde el ADN de un pariente que dejó su cuerpo, la piel y sus huesos, en medio de la invasión, aquella de la década de los 20 del siglo XX. Una historia en libretas, entregadas el 13 de julio de 1929, un poco antes de aquella fallida aventura, como las tantas procuradas en esta tierra de ya poca gracia.

14
Aquí está un final, Los invencibles, de Rodrigo Blanco Calderón, un libro ciudad que calca la rutina, los pasos de unos personajes agitados por el fracaso, los sueños, la invención, lo fantástico, suerte de pelotica de goma con guante profesional. Una línea de trabajo que ofrece el país de casi todos los días.



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